Lima cumplió el 18 de Enero, 475 años de su fundación española. Con motivo de este aniversario el Diario La República publicó el domingo pasado una entrevista al Arquitecto y Urbanista Augusto Ortiz de Zevallos, uno de los grandes conocedores de la problemática de nuestra capital, autor del Gran Parque de Lima y consultor del Proyecto Costa Verde.
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"Lima es una Ciudad que se reinventa"
Diario La República, Domingo 17 de Enero de 2010.
Por Federico de Cárdenas.
Fotos Rocío Orellana.
Lima es una ciudad que suscita grandes pasiones. Ha provocado diatribas feroces como las de César Moro y Sabastián Salazar Bondy, pero también ha tenido defensores de la talla de Raúl Porras o Héctor Velarde. ¿Cuál es tu relación con la ciudad?
–Es una relación de amor-odio, como se da incluso en sus detractores. Salazar Bondy negó a Lima como arcadia colonial, pero en su diatriba hay algo de amor adolescente hacia una madre con la cual no termina de entenderse. Y Velarde, que fue uno de sus defensores, tiene textos en los que ironiza sobre el mal gusto, la huachafería, la arquitectura de cuento de hadas o la cortesanía limeñas. Lima es una ciudad con pegada, con espesura. Luis A. Sánchez dijo primero que es la ciudad de la que uno escapa y luego que de ella no se escapa nadie, que es como decir que ser limeño es algo irrenunciable, como un destino.
Lo que ocurre es que es una ciudad que se está reinventando, y por eso la Lima de hoy me parece muy estimulante. Es una ciudad que se obstinó en no ser peruana, pero que por fin se reencontró con el Perú como una suerte de crisol en el que la mitad más uno vienen de fuera y las muchas identidades se van conjugando y la sienten suya. Es verdad que hay muchas Limas, como le pasa a México. Hay Lima Norte, Lima Este, Lima Sur, Lima Centro y guardan sus patologías. Por ejemplo el deseo de la clase más pudiente es irse, a Miami o Asia.
Podemos no querer Lima por su cielo gris o plomizo, pero cuando sale el sol –al cual los limeños llamamos de 20 cariñosas maneras– la amamos. La de hoy es una ciudad vital, emergente, con potencialidades, pero también es una ciudad descoyuntada, caótica.
–Encuestas recientes descubren que hay una mayoría de limeños que tiende a encontrarla “bonita”. Es verdad que es un término amplio y relativo, porque en su arquitectura dejó de serlo hace un buen rato.
–Así es. Puede decirse que hasta la Lima de Leguía tuvimos una ciudad con presencia muy fuerte: los balcones e iglesias y las casas con identidad propia, fruto de un mestizaje que inventó sus elementos. Incluso la ciudad de Leguía fue generosa, con sus avenidas dirigidas al mar (Arequipa, Brasil) y sus generosos parques (Reserva, Exposición). Era una ciudad que ofrecía espacios públicos, pero que luego se fue negando y reduciendo. Surgió ese urbanismo triste de matar árboles y crear “corredores”, palabra horrible que convierte a sus avenidas en lugares de paso donde reina el auto.
Lo “bonito” tal vez esté referido a esa combinación curiosa que abarca la gastronomía, lo criollo en el buen sentido de humor y empatía. Hay ciertas maneras de ser limeño que terminan siendo gratas y que enganchan rápidamente con los extranjeros. Quizá se trate de una personalidad limeña más intangible que tangible. También de esos mitos que se resisten a morir, como aquello de la “Perla del Pacífico” o la “Tres veces coronada villa”, que no se refiere a ninguna coronación, sino a los tres reyes magos. Esa Lima señorial se fue, y en buena hora. Ahora se está inventando otra cosa, como ocurre con todas las grandes metrópolis, con una población joven que recrea su ciudad.
–No podemos olvidar que Lima y su periferia cuentan ocho millones de habitantes, y en ese sentido hablar de una sola Lima tiene mucho de abstracción.
–Es una abstracción. Y hay sociólogos que han estudiado cómo Lima reproduce al Perú y cómo el mapa de las migraciones, con las ubicaciones de ayacuchanos o puneños. Todo provinciano llega a la casa de un pariente y el Norte, Este o Sur son como transiciones hacia lo limeño, perceptibles especialmente en el folclor que se escucha los fines de semana en diversas partes de la capital. Gustavo Riofrío ha estudiado esta incorporación a la ciudad a partir de dos o tres generaciones familiares que se suceden, a veces en el mismo espacio, con las invasiones iniciales convirtiéndose en casas y luego en edificios. Es que hay identidades que anclaron y tienen cohesión y a las que ya no corresponde el concepto de “cono”. Al comienzo fueron una suerte de ciudades-dormitorio de gente que trabajaba en el gran centro, pero eso quedó atrás y ahora habría que hablar más bien de Lima Norte, Lima Este o Lima Sur, ciudades caóticas pero vitales, cuyo crecimiento habría que ordenar, y no dejar en manos de los especuladores.
–Si no hay un mínimo ordenamiento, el riesgo es la fracturación.
–Hay quien afirma que Lima es hechura de sus alcaldes. No sé si la frase tiene sentido, pero lo que es cierto es que desde 1980, cuando se regularizaron las elecciones municipales, se han sucedido diversos proyectos para la ciudad.
–¿Ni siquiera con Orrego, el único alcalde arquitecto que hemos tenido?
–¿Y el intento de ganar la Costa Verde para los limeños?
–Varias veces se ha tratado de armar una propuesta y ha fracasado. La distritalización hace a cada alcalde un reyezuelo y nunca la denominada “Autoridad Autónoma de la Costa Verde” ha podido funcionar como tal. El colmo es que se considere a los distritos como dueños de su propio suelo y puedan disponer de él para venderlo como negocio.
–En estas condiciones, ¿cómo planificar para la ciudad?
–Es muy difícil. En Lima nada es pronosticable, y surgen los guetos que reúnen a los muy ricos, los muy pobres, los marginales, los mercados de contrabando y lo que existe ahora: grupos que administran la piratería en computación, cine, música, libros y que tienen sus espacios. Es el lado más tercermundista de la ciudad, pero en el mal sentido, aquello que la emparenta a Calcuta o El Cairo.
Luis Castañeda
–Has sido uno de los más constantes críticos de la gestión del actual alcalde, Luis Castañeda. ¿Te ratificas en ello?
–Lo que me distanció inicialmente de Castañeda fue que rompiera con la tradición, respetada por Barrantes, Del Castillo o Andrade, de convocar al cuerpo de regidores, una tradición de pluralidad que hacía que la ciudad se pensara en conjunto. Este prescindir de la opinión de los otros continúa. Es verdad que trabaja mucho y que es eficaz, además ha producido un volumen de obras superior a otros. Pero creo que se equivoca en su poca apertura, en su reticencia a hacer que los ciudadanos participen de sus proyectos, algo que Mokus en Bogotá y Peñaloza, su sucesor, lograron bien: esa noción de ciudad de todos y con espacios compartidos. El bogotano de hoy está orgulloso de lo que tiene y lo defiende. La falta de comunicación de Castañeda hace que pierda una ligazón con los ciudadanos.
–Tengo la impresión de que, aparte de las escaleras y los hospitales de la solidaridad, Castañeda hubiera ido construyendo su proyecto para la ciudad una vez elegido.
–¿Y tu experiencia como regidor?
–Nunca supe en qué consistía el cargo. No se me dio ninguna tarea personal, como podía ser la coordinación con un distrito o una labor en el concejo. Esta concepción del regidor como si fuera una entelequia perjudica mucho su labor. Queda una situación entre dos aguas en la que, como ocurre con los congresistas, nadie sabe qué hace un regidor, en tanto que el alcalde hace todo y no rinde cuentas ni sigue una agenda.
El Parque de Lima
–En la época de Andrade estuviste ligado a la creación del Parque de Lima, que fue concepción tuya. ¿Satisfecho con la experiencia?
Vía: Arq. Peruana
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